Eva Malleus es de Estonia. Lleva más de tres años en
Altea sobreviviendo con empleos temporales y buscando trabajo como
actriz. Tiene 52 años y es consciente de que con su edad es muy
complicado encontrar algo en los tiempos que corren. Su pasión por el
campo -sus padres eran agricultores- le ha llevado a interesarse por un
nuevo proyecto impulsado en el municipio: cursos de horticultura
ecológica para aprender a cultivar y poder labrarse un futuro laboral.
El Ayuntamiento de Altea, que hace dos años fue pionero
poniendo en marcha los primeros huertos urbanos, ha puesto en marcha la
iniciativa en una de las parcelas en la avenida Juan Alvarado que ha
sido cedida por los propietarios de la finca donde se encuentra. Después
de un acondicionamiento y parcelación, además de dotarla de riego se
han asignado a cada alumno 60 metros cuadrados.
Los 45 alumnos, 30 de ellos parados y 15 personas en
activo, reciben clases teóricas durante seis meses que van poniendo en
práctica en los huertos, según explica el concejal de Medio Ambiente,
Miguel Ángel Capilla. Una vez terminada, los desempleados pueden optar
por seguir cultivando en huertos urbanos un poco más pequeños o
introducirse en la semiprofesionalización en parcelas de 400 metros
cuadrados donde podrán convertir la agricultura en su profesión.
Y eso es lo que no descarta Eva Malleus. Ella se plantea
dedicarse al cultivo en el futuro ante la imposibilidad de encontrar un
trabajo. Ahora mismo en su huerto planta ensaladas, berenjenas o
calabacines, además de Albahaca «que no podía plantar en mi país por el
frío». Para la vecina de Altea, el tiempo que hace todo el año y las
facilidades puestas por el Ayuntamiento desde Cipal le permitirán
aprender cómo ser agricultora.
Los parados y las 15 personas en activo, por las que se
recibe una subvención de la Unió de Llauradors que permite pagar a los
profesores, compran las semillas en el mismo mercado de Altea donde,
quizá en un futuro, puedan vender sus propios productos. Por ahora,
Isidoro García, parado de 52 años, se conforma con poder llevar
productos a casa.
«Me apunté por aburrimiento y por enseñarme». Lleva desde
el año 70 viviendo en Altea y ha pasado por numerosos oficios desde
fontanero a marinero, pero no tiene trabajo en la actualidad. Este
vecino asegura que es un oficio «complicado», porque hay que saber bien
cómo tratar los cultivos pero que tampoco descarta dedicarse a ello en
el futuro. Si no, sus tomates, cebollas, pepinos o pimientos servirán
para cocinar en casa e incluso en la de sus familiares.
Altea ha sido tradicionalmente una zona de cultivo. El
desarrollo urbanístico acabó con muchas tierras y sistemas de riego que
ahora pretenden recuperarse a la vez que se acondicionan zonas
abandonadas cerca del núcleo urbano. En los últimos tiempos, la demanda
de productos ecológicos ha favorecido la apuesta por el cultivo
ecológico y la vuelta a la tradición. Precisamente, uno de los
trabajadores activos que tiene una parcela, Daniel Gilabert, se ha
involucrado en el proyecto por una cuestión educativa: aprender a
cultivar y que sirva de actividad didáctica a sus dos hijas pequeñas.
Una de ellas le acompaña en el campo y le ayuda con el
riego de los tomates, pimientos o berengenas.
«Vivimos en Altea y siempre he querido tener un huerto pero no teníamos espacio. Esta era una buena oportunidad».
Fuente: Laverdad.es
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